Billy Baxter tenía dos pasiones: el ejercito y las motos. Sin embargo, le gustaba más la velocidad que la guerra, y su pasión militar tenía poco de bélica, así que Baxter se enroló en una unidad del ejercito británico que se encargaba de buscar evidencias de crímenes de guerra en Bosnia, algo que casaba con su sentido de la justicia. Según confesaba (con cierto recochineo) en una entrevista a la BBC, lo peor de todo aquello era que su moto se quedaba en casa. Baxter vivía para ella.
En 1997, una patrulla dirigida por este sargento del cuerpo de artilleros británico encontró una fosa común con centenares de cuerpos que procedieron a exhumar para identificar y dejar constancia del hallazgo en caso de que la matanza llegara algún día a juicio. Lo que Baxter no sabía es que con la apertura de la fosa y el manipulado de los cadáveres (y como si se tratara de algún tipo de maldición bíblica), se había liberado un virus que afectaría a alguno de los soldados y que en el caso del sargento acabaría dejándole ciego.
Baxter reaccionó como cualquier otro ser humano: encerrándose en casa y negándose a aceptar cualquier tipo de ayuda. Solo la intervención de algunos de sus antiguos camaradas conseguiría echarle un capote: una asociación de veteranos afectados por la ceguera, fundada por Ted Higgs, que perdió la vista en la Segunda Guerra Mundial, empezó a tratar a Baxter.
El tratamiento del sargento con la ayuda del ejercito y de su familia, empezó en el año 2000 y pasado el terrible periodo en el que uno adquiere conciencia de que el mundo se ha fundido a negro, Baxter decidió que su objetivo no era solo tratar de llevar una vida lo más normal posible. Tenía un objetivo mucho más elevado: “Quiero volver a subirme en la moto”.
“La gente siempre habla de sobrevivir. Yo no creo en sobrevivir. Sobrevivir es conformarse. Yo creo en divertirse, en pasarlo bien, en carcajearse. Y la moto es eso, es vivir cada segundo, es sentir el viento que sopla y te esquiva. No creo que haya nada más divertido en la faz de la tierra. Por un momento, me olvidé de ello. Ya no se me olvidará nunca más”.
Baxter acabó la terapia convencido de que necesitaba algo que le llevara a tiempos más felices y por eso recupero su Ducati, la puso a punto con la ayuda de un amigo y volvió a recuperar esa parte inquebrantable que poseen algunos seres humanos. Con ella recupero también las ganas de pasárselo pipa, el sentido del humor y el irrefrenable deseo de largarse con viento fresco a cualquier lugar con asfalto: “De hecho, creo que conduzco mejor ciego que cuando veía (risas)”.
Imposible saber si Baxter conducía mejor o peor, pero lo que si es obvio es que el sargento de artillería ha dinamitado todos los récords habidos y por haber: primer piloto de motocicletas ciego invitado al clásico Top Gear (el presentador no parecía muy tranquilo cuando Baxter empezó a dar gas a su bestia), único motorista ciego que ha completado una vuelta entera en un circuito de GP, marca mundial de velocidad para un piloto ciego, portador de la antorcha olímpica, licenciado en arte (cursó la carrera después del accidente) y miembro de un equipo de acrobacias con motocicletas. Lo último que ha hecho -dice- es aprender a esquiar.
“La diversión es para mí montar en mi moto. Porque en cuanto me pongo el casco olvido todo lo que ha pasado. Olvido hasta que respiro. Olvido que no puedo ver. Solo siento ese metal a mi alrededor, contento de haberse reencontrado conmigo… uno de los mejores momentos de mi vida fue cuando subí de nuevo a la motocicleta, y su manera de darme la bienvenida. Nadie que no ame a esas criaturas de motores ruidosos podrá entender lo que se siente”.
Billy Baxter es ahora uno de los oradores más prestigiosos del Reino Unido, donde da charlas en cárceles, hospitales y orfanatos, animando a presos, enfermos y niños en situaciones complicadas, a no darse nunca por vencidos. Pero -sobre todo- dedica gran parte de su tiempo a echar una mano en la asociación que le echó una mano a él.
“Blind veterans UK hace un trabajo espectacular. Me han dado tanto que lo mínimo que puedo hacer es darles algo de vuelta. Además, desde un punto de vista personal, es algo increíble ver cómo llegan y cómo se van”.
Para los motoristas del Reino Unido, este soldado parlanchín y que bromea con frecuencia ya es un auténtico ídolo y se le tributan homenajes por doquier, allá donde se reúnan los chiflados por las dos ruedas. En él ven al tipo que representa todo lo que buscan los aficionados al motociclismo: diversión, compromiso y alma de acero.
En 2007 se subió a su Ducati y dio una vuelta entera al circuito de Donnington. Lo hizo para ayudar a recaudar fondos para una asociación británica que ayuda a la gente ciega a adaptar sus hogares: “Tío, solo te diré una vez la sensación que tuve y espero que no necesites alguna frase profunda: la hostia de divertido”.
Después de batir el record mundial de velocidad para un piloto invidente, en la que llegó a los 270 kilómetros por hora, un periodista le acercó el micrófono para felicitarte y le preguntó como lo había hecho, cómo había conseguido poner su moto a esa velocidad: “Como yo no veo, conduce ella” contestó, con una sonrisa de oreja a oreja.
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Fotos:
Circuito Donington Park (1)- Licencia: Creative Commons Attribution 3.0 Unported Autor: Radi1981
Circuito Donington Park (2)- Licencia: Creative Commons Attribution 3.0 Unported Autor: Cisko66
Ducati Monster 695- Licencia: Creative Commons Attribution 3.0 Unported Autor: Monster1000
Sede Brighton Blind Veterans UK- Licencia: Creative Commons Attribution 3.0 Unported Autor: Editor5807
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