Hubo un tiempo en el que los grandes premios no eran para valientes, eran para temerarios. Ángel Nieto vivió intensamente esa época y aún la recuerda con cierto pavor.

El miedo se empieza a notar desde el trasero. Lo dice siempre Ángel Nieto, que de esto de motos y jugarse el tipo sabe algo… “Es donde tienes más contacto con la moto, el primer sitio en el que sueles darte cuenta de que algo va mal. El estómago se sube hacia la boca y a veces cierras los ojos esperando lo peor. Son sólo décimas de segundo previas a lo que puede convertirse en una catástrofe, un suspiro que se te hace eterno”, explica el 12+1 con la sinceridad que le caracteriza.

Y es que el Campeonato del Mundo de velocidad era muy diferente hace cuarenta años, en todos los sentidos, también en cuanto al riesgo que asumían sus protagonistas. Entonces se pasaba miedo de verdad y Nieto lo recuerda aún con cierto pavor: “Había noches en las que no dormía, no sólo pensando en cómo me iría la carrera sino también preocupado porque sabías que si allí te dabas un palo, te podías hacer mucho, mucho daño. No era sólo cuestión de que tú la cagaras, entonces los motores se rompían con frecuencia, gripar era algo que podía pasar en cualquier momento. Y si eso sucedía…”.

Spa_Francorchamps_détailsUno de esos lugares que al piloto zamorano no le gustaban en absoluto era Spa-Francorchamps, en Bélgica: “Como la mayoría de los circuitos de entonces, se trazaba la pista sobre carreteras abiertas al tráfico durante el resto del año. Eran catorce kilómetros rapidísimos, siete en los que subías y los mismos para bajar. Yo con la 125cc hacía promedios de 196 km/h, siempre rodeado de guardarraíles y a continuación, un bosque bien frondoso para atizarte con un árbol enorme a la mínima.

En efecto, en aquellos años 60 y 70 casi ningún trazado del Mundial era permanente. Lo habitual era competir en interminables circuitos montados de forma provisional sobre carreteras con sus baches, sus líneas de pintura, sus pasos de cebra, sus señales… y hasta sus pasos a nivel. “Yo corrí en Imatra, en Finlandia, cinco o seis veces, y era una locura. Pasábamos por un paso a nivel de la línea de ferrocarril, saltábamos en el cambio de rasante; menos mal que no era una zona muy rápida. Pero era un circuito peligrosísimo, yo tengo una foto hecha desde atrás en la que se ve que voy a hacia una frenada de una curva a izquierda que se tomaba justo antes de un vagón de tren que habían dejado allí”, cuenta Nieto.

También tiene muy fresco en la memoria el desafío de la Isla de Man: “Correr en el Tourist Trophy era como hacerlo dando una vuelta a la isla de Ibiza. Sesenta y tantos kilómetros a toda mecha, por carreteras abiertas, sin escapatorias, con casas y muros por todas partes. Lo mismo pasaba en Opatija, en lo que entonces era Yugoslavia, que a mí me recordaba a estar compitiendo en las cuestas del Garraf, en Barcelona, con el mar al fondo”.

A Nieto le cuesta enumerar circuitos permanentes que entonces formaran parte de los grandes premios. Monza, Jarama, Paul Ricard… Assen se disputaba también en carreteras abiertas pero algo más seguras por las escapatorias aunque, en contrapartida, se iba realmente deprisa en cada curva, así que tampoco se podía correr demasiado tranquilo. Por eso cree que las instalaciones actuales son incomparables a las de aquellos años: “Los circuitos de ahora son un campo de golf comparados con los de mi época… Por supuesto que van más rápido y se siguen jugando el tipo, pero las medidas de seguridad y las motos no tienen nada que ver. Creo que en este sentido, cuando Dorna se puso al frente del Mundial empezaron a cambiar las cosas, se tomaron medidas que eran necesarias desde mucho antes y ya no esperamos, por fortuna, que cada domingo se mate un piloto. Claro que pueden ocurrir desgracias, pero no es lo frecuente, lo normal, lo lógico”.

Aquellos temerarios con casco abierto pasaban miedo de verdad. Y lo decían. Y se quejaban. Pero nadie les hacía caso, como lamenta nuestro protagonista: “Los pilotos protestábamos en algunos circuitos pero la Federación Internacional de Motociclismo pasaba de nosotros. Recuerdo una ocasión, precisamente en Imatra, en la que fui a hablar con Nicolás Rodil del Valle, un español que entonces era presidente de la FIM; le expliqué que la pista estaba fatal, llena de baches, sin escapatorias, con aquel paso a nivel y él me dijo con total convencimiento: “No puede ser, si yo me he dado una vuelta y está perfecto, no hay problemas para competir”. Claro, lo hizo en coche, en un pedazo Mercedes que llevaba. Era lo que había y teníamos que aguantarnos… o no correr”.

“A mí no me apetecía jugármela de ese modo, así que era bastante cañero al respecto. Siempre que podía la montaba, jaleaba a los otros pilotos para protestar aunque sabíamos que no serviría de casi nada. Una ocasión, en Bélgica, me pusieron una multa de 300 francos porque no quería que nos dieran la salida hasta que volviera la ambulancia, se había marchado a llevar a otro piloto al hospital”, rememora Ángel a medio camino entre la resignación y el alivio por saber que superó aquellos años terribles tan sólo con algunos huesos rotos y muchos sustos en la memoría. Empezando todos por el trasero, sí…

 

Fuente foto Destacada: Licencia CC Attribution-Share Alike 3.0; Autor: Maksim
Fuente foto Ángel Nieto: Licencia CC Attribution-Share Alike 3.0; Autor: Verhoeff, Bert / Anefo
Fuente foto Spa Francorchamps détails: Licencia CC Attribution-Share Alike 3.0; Autor: LINOTTE Auguste

 

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Raul Romojaro

Treinta años vinculado al periodismo del motor, escribiendo desde su pasión por coches y motos. Y diez de ellos, en los grandes premios contándolo desde AS.

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