Tomemos el caso de Nani Roma y el Dakar.
Y supongamos que estamos en el 1 de enero de 2004.
Si en ese momento le preguntas a cualquier periodista o aficionado a las motos si la trayectoria de Nani Roma en el Dakar era un éxito o un fracaso, salvo que ese periodista o aficionado sufriera una enajenación mental transitoria, la respuesta sería unánime: “Un fracaso”.
Y sería lógico considerarlo así, porque entonces Nani Roma llevaba ya 7 participaciones en el Dakar saldadas con un puesto 17º y 6 abandonos (debidos a roturas de motor, accidentes y fracturas de incontables partes de su cuerpo).
Pero supongamos que estamos ahora solo 17 días más tarde, en el 18 de enero de 2004, día en que concluye la edición anual del Dakar. Día en que Nani Roma se proclama campeón del Dakar.
¿En ese momento la respuesta a si su trayectoria en el Dakar puede considerarse un éxito o un fracaso seguiría siendo “Un fracaso”?
Probablemente no.
Lo cual nos lleva a que el concepto del fracaso, además de con el momento en el tiempo, tiene también que ver con la perseverancia, con el abandono o no del intento de triunfar.
Si Nani Roma, en vez de haber insistido en 2004 en el Dakar de motos, se hubiera pasado ese año al Dakar de coches (como sí hizo en 2005) y no hubiera perseverado en intentar ganar el de motos, su trayectoria en el Dakar de motos habría sido considerada indudablemente un fracaso.
Pero como no lo hizo y ese año ganó, no puede considerársela así.
Es decir, que mientras uno siga intentando alcanzar el éxito, por muchos fracasos parciales que acumule no puede aún decirse que ha fracasado o no.
Si un hombre intenta una cita para cenar con una mujer 1.000 veces y las 1.000 veces la mujer le dice que no, pero en el intento número 1.001 ella le dice que sí (pensemos caritativamente que no lo hace por librarse definitivamente del mayor pesado que han visto los tiempos), ese hombre ha triunfado en su objetivo.
Aunque haya tenido 1.000 fracasos parciales.
Porque no ha abandonado el intento.
Sí, el concepto de fracaso tiene que ver con el momento en el tiempo en el que se valora y con la perseverancia o no en el intento. Pero también tiene que ver con el riesgo.
Porque es difícil fracasar si uno hace lo que se ha hecho siempre.
Si no arriesga.
Si no se sale del camino previsible.
Si no se sale nunca de la carretera que han recorrido antes otros.
Probablemente no triunfes, porque si haces lo normal lo que conseguirás será un resultado normal, pero seguramente tampoco fracases.
Normalmente los fracasos suelen ocurrir cuando se intenta algo distinto. Pero normalmente también así es como se consiguen los éxitos.
En los últimos años de su vida Van Gogh creó el estilo propio y distinto que todos reconocemos como Van Gogh. Pero durante la mayor parte de su trayectoria Van Gogh creó cuadros absolutamente consistentes con el estilo del momento. Similares a los que hacían todos los demás pintores, indistinguibles de los que realizaban el resto de sus contemporáneos.
Cuando pasó al estilo propio y único que todos reconocemos fue cuando se diferenció. Y aunque ello no le hizo triunfar en el momento (murió habiendo vendido solo un cuadro, El viñedo rojo, de los cerca de 900 que pintó, y eso pocos meses antes de su muerte y además a la hermana de un amigo), sí lo hizo después.
Durante los primeros años de su trayectoria, Ferran Adrià cocinó siguiendo los cánones de la cocina tradicional. Todo dentro de la norma, todo dentro de cómo se habían hecho las cosas siempre. Podría haber seguido así indefinidamente, sin riesgos, sin probar cosas distintas (no olvidemos que cuando entró en El Bulli hacía ya unos años que el restaurante tenía 2 estrellas Michelin, así que podría haberse acomodado a no arriesgar).
Pero unos cuantos años después innovó (asumiendo los riesgos que ello comportaba) con la deconstrucción, la esferificación, las espumas creadas con sifones, el uso del nitrógeno líquido…
El riesgo de fracasar era enorme.
Como también lo fue la recompensa.
La tercera estrella en 1997 y el reconocimiento durante bastantes años de ser el mejor restaurante del mundo.
Es difícil ser campeón del mundo de Moto GP si uno maneja como se espera que maneje en todas y cada una de las situaciones que se dan en una carrera.
No hacer nada distinto, no arriesgar, seguramente evitará que sufras una caída y que quedes fuera de la competición.
Pero difícilmente hará que venzas en la carrera o que ganes el campeonato al final del año.
Y estos ejemplos nos llevan a una reflexión más importante.
Como opción vital, ¿puede uno optar por no correr riesgos, no hacer nada diferente, pasar por la vida sin haber intentado nada que nadie recuerde, no dejar ninguna huella memorable tras él?
Recordamos a los que hicieron cosas distintas, a los que arriesgaron intentándolas.
Nadie recuerda a los que hicieron cosas que otros ya habían hecho antes y de la misma forma en que esos otros las habían hecho antes.
Nadie recuerda a los que no se salieron de la carretera, a los que siguieron caminos ya recorridos por otros.
¿Quién fue el segundo hombre que pisó la Luna?
¿Quién recuerda los nombres de todos los discípulos de Ferran Adrià que hacen las cosas exactamente como las hizo él?
¿Quién recuerda a los pilotos que jamás arriesgaron en un adelantamiento, que jamás se cayeron, pero que jamás ganaron un campeonato?
Hacer cosas distintas te puede acercar al fracaso, pero también te puede acercar al éxito.
Arriesgar te puede acercar al fracaso, pero también te puede acercar al éxito.
Es cuestión de elegir en qué lado quieres jugar.
Y si uno fracasa, lo mejor es hacerlo a lo grande, ya que ello al menos te asegura el éxito del recuerdo.
Porque como escribió John Kenneth Galbraith, “Cuando todo lo demás ha fallado, siempre puedes asegurar tu inmortalidad con un error espectacular”.
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Fotos:
Ferrá Adriá. Autor: Leweb3
Beso. Autor: MartinGarri
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