Está situada cerca del círculo polar ártico, entre los montes de Ounasvaara y Korkalovaara, en la confluencia del río Kemi y el Ounasjoki. Calles heladas, noches eternas y un frío que alcanza los 30 grados bajo cero caracterizan el invierno en el círculo polar ártico finlandés.
Club de consejeros 1991, Mejor vendedor de zona 1993, Premio Vida 1996, Club de Consejeros 1997, Mejor Oficina Nacional 1999, Mejor Vendedor Todo Riesgo 2002, Premio Vida 2005, Mejor Agente 2007… Cuando le dieron una nueva mano de pintura a las paredes de su despacho, Eduardo decidió no volver a colgar sus placas de plata envejecida y sus diplomas amarillentos. Ada, su secretaria, los guardó en una caja de cartón. Él la escondió en el garaje de su casa de la sierra, junto al árbol de navidad desmontable y las cajas con las bolas que a su mujer, Marisa, le gustaba coleccionar.
La mañana había sido infernal. En la central seguían presionándolo para que hiciese más seguros de vida. “Has bajado”. “Tienes que ser más proactivo”. “Vas mal”. Era mentira, no iba mal. Había ganado 6.000 euros más que el año anterior, pero no con pólizas de vida, que eran las que más interesaban a la empresa.
[/bt_text][/bt_column][bt_column width=»1/2″][bt_text]Tras ver a uno de sus mejores clientes, quedó con Marisa en El Corte Inglés de Castellana para comprar ropa: dos abrigos polares, guantes de cuero y ropa interior térmica. Cenando en el Malatesta, su italiano favorito, repasaron el viaje que la compañía le había regalado a Eduardo por las exitosas ventas anuales de su sucursal. Iba a ser un viaje breve y frío. El primer día lo pasarían en Helsinki, donde se celebraría la cena de gala con todos los ganadores, y el resto en Romanievi, con “visita a Papá Noel, excursión con motonieves y miniolimpiadas”. Eso rezaba el documento que le habían mandado desde la central.
Marisa no entendió lo de las “miniolimpiadas” y Eduardo no supo qué decirle. Cuando Linares, el Jefe de marketing, se lo explicó en su despacho, no le prestó atención alguna. Estaba demasiado pendiente de la apretada minifalda de cuero que había llevado esa mañana Ada. Había engordado bastante dese su embarazo.
Eduardo vio a su mujer emocionada como una cría con la visita a la “Villa de Papá Noel”. Llevaba décadas coleccionando bolas de navidad de diferentes países, y habían sido muchos los visitados desde que Eduardo
[/bt_text][/bt_column][/bt_row][bt_row][bt_column width=»1/1″][bt_hr top_spaced=»topMediumSpaced» bottom_spaced=»not-spaced» transparent_border=»noBorder» el_class=»» el_style=»»][/bt_hr][/bt_column][/bt_row][bt_row][bt_column width=»1/1″ align=»center» vertical_align=»inherit» border=»no_border» cell_padding=»default» animation=»no_animation» highlight=»no_highlight» background_color=»» transparent=»» inner_background_color=»» background_image=»» el_class=»» el_style=»»][bt_image image=»7514″ caption_text=»» caption_title=»» show_titles=»no» size=»full» shape=»square» hover_type=»btDefaultHoverType» url=»» target=»_self» el_class=»» el_style=»»][/bt_image][/bt_column][/bt_row][bt_row][bt_column width=»1/1″][bt_hr top_spaced=»topMediumSpaced» bottom_spaced=»not-spaced» transparent_border=»noBorder» el_class=»» el_style=»»][/bt_hr][/bt_column][/bt_row][bt_row][bt_column width=»1/2″][bt_text]se convirtió, muy prematuramente, en uno de sus más exitosos y productivos agentes. Aunque a ella le gustaba más usar la palabra vendedor, le parecía más honesta. Juntos, y gracias a la empresa, habían conocido Nueva York, Florida, Canadá, Argentina, Tailandia, Egipto, China, Israel, Kenia, Punta Cana, Malasia…
Mientras disfrutaban de una calzone al horno de leña, Eduardo le explicó que no tenían que cambiar dinero porque la moneda en Finlandia era el euro. También que en Rovaniemi, cerca del Círculo Polar Ártico, sufren temperaturas medias entre -4 y -11 grados, que a corriente eléctrica es de 220 voltios y que los enchufes son como los españoles. No necesitaban vacunarse, con llevar el DNI o pasaporte bastaba y para llamar había que marcar el +34. Pero no pensaban llamar a nadie a no ser que ocurriese alguna desgracia. Llamarían a sus dos hijos antes de embarcar y a su regreso.
A pesar de estar en abril, en el aeropuerto los recibieron con un trineo navideño enfundado en la bandera de España y dos azafatas vestidas de ayudantes de Papá Noel. Marisa descubrió enseguida que faltaban muchos de sus antiguos compañeros de viajes con la empresa, viajes que no realizaban desde hacía cinco años por la mala racha de ventas por la que había pasado Eduardo. Se lo comentó y él le enumeró la lista de bajas: Arroyo se había jubilado, Espinosa no había cumplido objetivos y Herralde se recuperaba de una operación de vesícula. En los cinco años sin viajar, habían muerto tres de sus conocidos. Sánchez, Gómez y Pineda. Ataque al corazón, cáncer de colon y tumor cerebral.
[/bt_text][/bt_column][bt_column width=»1/2″][bt_text]Aquellos nuevos matrimonios los pusieron de los nervios nada más llegar. Todos rozaban o ya superaban los cuarenta y hablaban a gritos, se movían con gestos ordinarios, con arrabaleros aspavientos. Respetaban poco lo que les rodeaba. Su lenguaje era pobre y estaba siempre aderezado con onomatopeyas y obscenidades. Los lugareños los miraban con desagrado. Todos ellos, exceptuando a una discreta pareja de gallegos cincuentones, estaban más pendientes de sus teléfonos móviles que de sus maletas. Le sacaban fotos a absolutamente todo, de forma enfermiza. Constantemente se enseñaban los unos a los otros las fotos que hacían o las publicaban en las redes sociales nada más sacarlas.
Les pareció todavía peor la cena de gala y la entrega de premios que se organizó en el hotel. Coincidieron en que la comida era deplorable, con unos paupérrimos entrantes y un pescado al vapor infecto. Marisa miró a las mujeres de los nuevos escandalizada. Frente a su discreto traje chaqueta, color verde oliva, ellas aparecieron enfundadas en vestidos prietos, luciendo colores chillones, escotes, bisutería, taconazos, marcando pecho, algunas incluso con tatuajes en brazos y piernas. Cuando llamaban al estrado a los ganadores, todos ellos hombres, ellas aplaudían desgañitadas, como si en vez de un premio por vender seguros de vida o de coche les hubiesen dado el Nobel de Medicina. Los agradecimientos de ellos a Eduardo le parecieron vulgares y plagados de una petulancia fuera de lugar. Él fue escueto y mandó un discreto beso a Marisa desde el estrado.
[/bt_text][/bt_column][/bt_row][bt_row][bt_column width=»1/1″][bt_hr top_spaced=»topMediumSpaced» bottom_spaced=»not-spaced» transparent_border=»noBorder» el_class=»» el_style=»»][/bt_hr][/bt_column][/bt_row][bt_row][bt_column width=»1/1″ align=»center» vertical_align=»inherit» border=»no_border» cell_padding=»default» animation=»no_animation» highlight=»no_highlight» background_color=»» transparent=»» inner_background_color=»» background_image=»» el_class=»» el_style=»»][bt_image image=»7516″ caption_text=»» caption_title=»» show_titles=»no» size=»full» shape=»square» hover_type=»btDefaultHoverType» url=»» target=»_self» el_class=»» el_style=»»][/bt_image][/bt_column][/bt_row][bt_row][bt_column width=»1/1″][bt_hr top_spaced=»topMediumSpaced» bottom_spaced=»not-spaced» transparent_border=»noBorder» el_class=»» el_style=»»][/bt_hr][/bt_column][/bt_row][bt_row][bt_column width=»1/2″][bt_text]No se quedaron al baile y los cubatas. Se despidieron amablemente. De camino al ascensor, Marisa vio a dos de las mujeres notablemente borrachas, agarrándose a sus cinturas de forma soez. Solos en el ascensor, hacia el cuarto piso, se dieron un casto beso.
Helsinki les pareció una ciudad anodina, sus gentes no muy amables y su hostelería desangelada. Tras un breve vuelo, en el que tuvieron que soportar las tonadas infantiles y los gritos de sus jóvenes compañeros, llegaron a Rovaniemi, donde recogieron la ropa térmica y los trasladaron a un nuevo hotel, en el que tuvieron la fortuna de tener sintonizada Televisión Española y la mala suerte de sufrir a una pareja que se pasó la noche probando la elasticidad de los muelles de su cama. A él no se le oía, pero ella parecía una soprano en la ópera de Milán.
¡Tras el desayuno, probaron por fin las motonieves. A la excursión la llamaban “Safari de motos de nieve”. En el hotel les presentaron al equipo de guías, que se repartieron tres grupos. De su grupo se encargó una simpática joven llamada Marika. Cuando se presentó, algunos no pudieron evitar las risitas burlonas. Marika, que llevaba meses sufriendo a grupos españoles, rió amablemente con ellos. Cuando vio a Eduardo, con su generosa barriga y sus canas, Marika le pidió que se colocase detrás de ella en la larga fila de motos, algo que al hombre no le sentó especialmente bien.
[/bt_text][/bt_column][bt_column width=»1/2″][bt_text]Pasaron a la zona de vestuarios, donde se colocaron un buzo térmico, con el que se sintieron bastante ridículos. Allí dejaron parte de su ropa, les dieron botas de nieve y el casco para la moto y les explicaron cómo vestirse adecuadamente. Ya en el exterior, atendieron las instrucciones de seguridad y les mostraron cómo funcionaban las motos, cuyo manejo a Eduardo le pareció bastante sencillo. Eran perfectas para la nieve o el hielo, no necesitaban ninguna carretera o camino para moverse. Su motor era de dos tiempos y todas ellas eran del mismo modelo, una Yamaha SR Viper equipada con un sistema de firme embrague y tres cilindros de cuatro tiempos. Su chasis, de aluminio, era muy ligero.
[/bt_text][/bt_column][/bt_row][bt_row][bt_column width=»1/1″][bt_hr top_spaced=»topMediumSpaced» bottom_spaced=»not-spaced» transparent_border=»noBorder» el_class=»» el_style=»»][/bt_hr][/bt_column][/bt_row][bt_row][bt_column width=»1/1″][/bt_column][/bt_row][bt_row][bt_column width=»1/1″][bt_image image=»7510″ caption_text=»» caption_title=»» show_titles=»no» size=»full» shape=»square» hover_type=»btDefaultHoverType» url=»» target=»_self» el_class=»» el_style=»»][/bt_image][/bt_column][/bt_row][bt_row][bt_column width=»1/2″][bt_text]Helsinki (en sueco: Helsingfors) es la capital y la ciudad más grande de Finlandia. Está situada en la costa sur del país, a orillas del golfo de Finlandia y forma parte de la región de uusimaa.
Las influencias del este y el oeste se encuentran presentes en su vida diaria, en arquitectura, gastronomía, diseño, costumbres y hasta en el argot local de las calles queda patente su pasado bajo el dominio ruso y sueco.
Tras recorrer una monótona zona boscosa, se adentraron en la nieve con las motos. Eduardo, con Marisa agarrada a su espalda, condujo seguro y sin problemas la suya. Nunca habían visto tanto blancor, toneladas, kilómetros y kilómetros de hielo. La extensión blanca era infinita, no veían el final. Eduardo pensó en los campos de Castilla pero sustituyendo la seca planicie española por aquella abrumadora albura finlandesa.
Cuando a Eduardo le empezaban a doler los riñones, hicieron una oportuna primera parada para visitar una gran cabaña. En ella les esperaba un cincuentón obeso disfrazado de Papá Noel. Las parejas jóvenes, emocionadas, empezaron a hacerse fotos con el tipo. Les rapiñaron treinta euros por posado. Eduardo observó con asco el espectáculo y recordó aquellos primeros viajes con Marisa, cuando sus hijos eran unos críos y ellos todavía jóvenes, cuando las blancas playas de Tailandia sí eran casi vírgenes y se podía pasear con dignidad por Venecia, cuando la gente no pedía créditos para viajar a Punta Cana y ponerse una pulsera “todo incluido”, cuando no había vuelos low cost. Cuando viajar era caro, un lujo o un verdadero premio.
Al acabar la sesión de fotos, en la que, por supuesto, no
[/bt_text][/bt_column][bt_column width=»1/2″][bt_text]participaron, Eduardo y Marisa se acercaron al falso Papá Noel, que recogía sus bártulos. Olía a alcohol y a sobaco que echaba para atrás. “Borracho de mierda”, le dijo en perfecto castellano Eduardo. Marisa, indignada, le dio un codazo a su marido, pero el tipo ni se inmutó y le respondió con una sonrisa boba y beoda. Mientras Eduardo se concentró estudiando un mapa de la zona, ella aprovechó para comprar dos hermosas bolas de navidad: una con un Papá Noel y otra con un reno, animal típico de la zona pero que no vieron en todo el viaje.
Tras las fotos, llegó el turno de las llamadas “miniolimpiadas por parejas”, consistentes en una carrera de sacos, otra de obstáculos, tiro con arco y por último frisby o plato volador. Cuando Marika se dispuso, junto a sus compañeros, a organizar los equipos, Marisa escuchó decir a uno de sus compañeros de viaje: “No me pongas con los viejos”. No se lo comentó a su marido, para no herirle. Aceptaron la pareja que les tocó, los gallegos. Mientras participaban con desgana en la pueril competición, los dos observaron con aflicción cómo los varones se desgañitaban por ganar, por ser los primeros. Gritaban, se enfadaban, discutían. Dos tipos casi llegaron a las manos en la prueba de frisby.
[/bt_text][/bt_column][/bt_row][bt_row][bt_column width=»1/1″][bt_hr top_spaced=»topMediumSpaced» bottom_spaced=»not-spaced» transparent_border=»noBorder» el_class=»» el_style=»»][/bt_hr][/bt_column][/bt_row][bt_row][bt_column width=»1/1″][bt_image image=»7518″ caption_text=»» caption_title=»» show_titles=»no» size=»full» shape=»square» hover_type=»btDefaultHoverType» url=»» target=»_self» el_class=»» el_style=»»][/bt_image][/bt_column][/bt_row][bt_row][bt_column width=»1/1″][bt_hr top_spaced=»topMediumSpaced» bottom_spaced=»not-spaced» transparent_border=»noBorder» el_class=»» el_style=»»][/bt_hr][/bt_column][/bt_row][bt_row][bt_column width=»1/2″][bt_text]De vuelta, al atardecer, continuaron los gritos y los selfies. A veinte minutos de la llegada al hotel, la moto de Eduardo y María empezó a fallar. Parecía gripada. Marika lo notó y avisó con un gesto de su brazo a su compañero más cercano llamado Jukka. Finalmente, la moto se detuvo y todo el grupo tuvo que pararse. El resto de parejas comenzaron a preguntar, molestas, por el parón. Jukka tomó la decisión de quedarse junto al veterano matrimonio a la espera de un vehículo que los llevase al hotel de regreso.
Rovaniemi mantiene su nivel social más alto en la época invernal, cuando puede disfrutarse de deportes de nieve como esquí, snowboard, motos de nieve, safaris por parques naturales, trineos tirados por perros, pesca en hielo, patinaje… durante la época estival pueden realizarse safaris y otras actividades con temperaturas menos extremas.
El santa Claus Village, la residencia oficial de Papá Noel, donde se puede conocer personalmente a santa Claus o incuso enviar una carta desde su oficina postal central.
También es recomendable visitar la línea del círculo polar ártico aunque ya se traspasa al llegar a Rovaniemi al llegar a la ciudad por avión, ya que el aeropuerto está situado dentro del círculo polar ártico.
Aunque la gran oferta turística de Rovaniemi se centra en sus paisajes, es aconsejable visitar sus museos, entre los que destaca Arktikum, con exposiciones dedicadas a la historia Sami.
Aquel atardecer de su último viaje les pareció raro. Parapetados en sus absurdos buzos, con los que no se
[/bt_text][/bt_column][bt_column width=»1/2″][bt_text]movían bien y les hacían parecer dos niños aprendiendo a andar, observaron aquella inmensa planicie blanca, luminosa, inacabable y algo luctuosa. El sol acababa de desaparecer entre la nieve. Jukka les tranquilizó mientras les daba un poco de caldo de su termo y les explicaba que su nombre era Juan en finlandés y que significaba “Dios es misericordioso”. Los recogieron con un quitanieves al anochecer y el responsable de la empresa, un badulaque medio tartamudo, les pidió perdón por el incidente y les invitó a cenar. El salmón, los arenques y los cangrejos que les sirvieron les parecieron infames.
Su vuelo de regreso se retrasó tres horas y llegaron a casa molidos. Eduardo habló con sus hijos mientras Marisa guardaba sus dos bolas de navidad en una de las cajas apiladas junto al árbol de plástico y las placas y diplomas de su marido. Se ducharon y cenaron algo de fruta frente al televisor. Esa noche, en la cama, Marisa se abrazó a su marido como no lo había hecho en años.
[/bt_text][/bt_column][/bt_row][bt_row][bt_column width=»1/1″][bt_hr top_spaced=»topMediumSpaced» bottom_spaced=»not-spaced» transparent_border=»noBorder» el_class=»» el_style=»»][/bt_hr][/bt_column][/bt_row][bt_row][bt_column width=»1/1″][bt_text]La temporada de invierno en Rovaniemi va de diciembre a marzo-abril.
Las salidas en motos de nieve, las excursiones con Huskies y los paseos en reno son actividades obligatorias durante las vacaciones invernales en Rovaniemi. Las excursiones para ver las auroras boreales son imprescindibles aunque no está garantizado verlas.
Durante estas excursiones, los hoteles, restaurantes y bares construidos totalmente de nieve y hielo son la mejor alternativa a un alojamiento convencional.
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