Juntos y también revueltos. Las concentraciones atraen a miles de personas prometiendo diversión con la moto como hilo conductor.
El hombre es un animal social. Por suerte. Qué sería de nosotros como entes aislados y solitarios, dónde quedaría la diversión y el disfrute compartido. También en moto. Nos gusta rodar pero si es en compañía, casi siempre mejor. No sólo por la sensación de seguir (o que te sigan) una rueda, también al tocar el botoncito rojo del manillar, detener el motor y bajarnos del sillín el asunto suele prometer más cuando hay con quien comentar la jugada.
Por eso los motoristas se reúnen. Muchos y muy a menudo. Siendo más precisos, el término que se ha generalizado para este fenómeno es el de concentraciones, aunque otros prefieran reuniones, quedadas, motoalmuerzos e incluso festivales. Hombres y máquinas en un espacio común y también con una intención similar: pasarlo lo mejor posible igualmente al dejar la moto aparcada. Y el invento no suele defraudar, los que acuden se divierten como si no hubiera un mañana, un complemento perfecto para lo bien que ya lo han pasado al manillar mientras llegaban hasta su punto de destino.
Hay concentraciones de lo más variadas, organizadas en torno a una marca concreta, de unas fiestas patronales, de una localidad, de un colectivo, de una efeméride, de un moto-club o simplemente de un capricho. Algunas congregan a miles de motoristas y otras, apenas a unas decenas. Lo que no cambia es la intención de pasar un buen rato con los colegas, los que ya lo son y los que pasan a serlo pocas horas después de compartir la experiencia, sea un asado en una hoguera, la acampada en la gélida noche, unas cuantas cervezas o la buena música (incluso aunque no sea tan buena).
En Estados Unidos comenzaron a celebrarse en los albores del siglo XX, cuando los primeros propietarios de Harley-Davidson o Indian ya pensaron que era buena idea de lo juntarse en lugares como Laconia, Daytona o Sturgis. En Europa su expansión se produjo algo más tarde, tras la Segunda Guerra Mundial (Elefantes en Alemania arrancó a medidos de los 50), mientras que en España el fenómeno se institucionalizó ya en la década de los 80 del pasado siglo, como el buque insignia en el que se convirtió la invernal Pingüinos, todo un fenómenos social que sufrió los vaivenes de su propio éxito.
Como esto no va de historia sino de diversión, lo importante es que tengamos en cuenta que en estos encuentros la hay para exportar. Bien es cierto que lo de pasarlo bien admite tantas interpretaciones como cerebros, más o menos perjudicados, así que se pueden identificar incontables variables del concepto. Por lo general se relacionan con la propia esencia de la convocatoria. Es evidente que el ambiente de los BMW Motorrad Days, con sus más de 6.500 propietarios de flamantes motos de 20.000 euros, no es comparable con Big Twin de Castellón, una de las concentraciones de referencia en España para los amantes de las custom en general y de las Harley en particular.
Así que en esos recintos, estructurados en la misma variedad de estilos que sus visitantes, se puede ver casi de todo. Seguramente no sea una circunstancia propia de las concentraciones moteras, más bien se justifica con cualquier aglomeración de personas un tanto desmelenadas por la euforia del momento, una cierta ansia del llevar el carpe diem hasta sus últimas consecuencias.
Hay harlistas apasionados que llegan a echar a la hoguera un siniestro de moto coreana en un aquelarre que deje bien claro que ese chisme no es una custom por mucho que le pongan cromados; otros prefieren sacar las válvulas por la culata subiendo de vueltas el motor hasta que los escapes escupan fuego del infierno; algunos exhiben su fortaleza corriendo a la desesperada con un barril de cerveza sobre el hombro, generalmente los mismos que poco después pretenden que su chica, desde la parte de atrás del sillín, mordisquee una manzana colgada de un inestable cordel para demostrar que son los más habilidosos, ella y él…
Para descansar, mejor una tienda de campaña que la habitación de un hostal, que allí ambiente hay tirando a poco. Y para comer, donde este una buena parrillada compartida con los colegas que se quite cualquier restaurante de postín, seguro que mucho más caro y menos divertido. Da igual que haga frío o calor, que el barro atrape las botas e incluso que la lluvia se convierta en inesperada protagonista de la concentración, hay que pasarlo bien y nada ni nadie va poner en peligro el objetivo que nos habíamos marcado.
Los caballitos interminables, el olor a goma quemada, los derrapes sobre cualquier superficie e incluso una pizca de postureo pretencioso presumiendo de la moto más preparada, más potente o más cromada aderezan con ingredientes únicos un tipo de encuentro que fascinan tanto a unos como horrorizan a otros. Lo que nadie podrá negar es que en las concentraciones se puede pasar muy bien, tanto los incondicionales que regresan año tras años sin conocer el agotamiento o quienes lo son menos, los que deciden vivir la experiencia de cuando en cuando o puede que tan solo una vez en la vida al salir de casa y meter primera…
Algo tendrán las concentraciones cuando se siguen celebrando y algunas con incontestable éxito. Una valoración que no sólo se concreta su el número de asistentes, que también, sino en el recuerdo que dejan en quienes se deciden a disfrutar de ellas y les lleva a repetir a su siguiente edición. Es indiferente que se trate de un encuentro casi clandestino en un pequeño pueblo o del estiloso formato de ‘Wheels and Waves’ en la playa de Biarritz, la clave del asunto reside en que en ese lugar puedan congregarse personas con unos intereses comunes que van más allá de cualquier otro condicionante.
Si además de comer, beber, hablar, reír o bailar te gusta montar en moto, el plan es perfecto. Un buen tirón de kilómetros para llegar hasta el lugar de la concentración, con sus curvas y sus paisajes, sabiendo que al llegar al destino te espera algo más que la habitación de un hotel. Diversión elevada al cuadrado, se podría resumir.
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Fotos:
Sturgis Motorcycle Rally – Licencia: Creative Commons Attribution 2.0 Generic – Autor: J.T (Jason) Thorne
Evento Leffe en Dinant – Licencia: Creative Commons Attribution 4.0 International – Autor: Michaël Bemelmans
Southern California Norton Owner’s Club Cambria Ride – Licencia: Creative Commons Attribution 2.0 Generic – Autor: Craig Howell
Safety Day en la Base Conjunta Andrews – Licencia: U.S. Federal Government y de dominio público – Autor: Senior Airman Ryan Sonnier
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