Hoy, ya crecidita, lo primero que asoma a mi mente cuando pienso en diversión es un sidecar. ¿Qué puede haber más divertido que un sidecar? Probablemente, los arrastres de la pista de esquí, siempre que no seas tú el que trata de mantener la dignidad vertical, sino el que contempla la escena desde el bar de la estación con una caña en la mano.
El sidecar reúne los ingredientes de la diversión perfecta: el recuerdo de la infancia a través de las tres ruedas, la velocidad —es decir la inmortalidad—, un punto de excentricidad —divertirse supone siempre una revolución, un saltarse las normas—, y una pizca de ridículo —porque ¿quién puede zafarse de esa sensación cuando circula sentado un escalón por debajo del conductor, sin nada a lo que agarrarse, a la vista de todos?
El que va en el sidecar está obligado a sonreír pase lo que pase y lo sabe, esa es la actitud. No es vehículo para avinagrados
Se cuenta en el pueblo de mi abuela que Fulgencio buscó al mejor mecánico de la zona y le encargó un sidecar para llevar a su novia en la moto. No debía de ser el mejor mecánico porque en uno de esos viajes, el sidecar se desprendió y Herminia quedó plantada como un puerro en mitad de la carretera. Lo curioso de la historia es que Fulgencio recorrió más de treinta kilómetros sin percatarse de la pérdida. Y más curioso aún es que el matrimonio celebrara recientemente sus bodas de oro.
Siempre me ha parecido que la diversión pasa por aceptar cierta humillación, no crece el sentido del humor en un terreno con complejos. El que va en el sidecar está obligado a sonreír pase lo que pase y lo sabe, esa es la actitud. No es vehículo para avinagrados. Uno de los que mejor supo montar en sidecar fue el gran Luis Ciges, padre de Antonio Resines en Amanece que no es poco, probablemente la película más divertida de la historia del cine español. Con su casco de cuero con orejeras y sus gafas de aviador, el genial personaje y su hijo llegaban subidos en un sidecar al pueblo de Albacete más surrealista del mundo donde sus habitantes copian a Faulkner, las mujeres se reúnen en asamblea para designar a la puta del pueblo, y el sol sale por el oeste.
Mítica es también la escena en Sopa de ganso de los hermanos Marx. Groucho, presidente de Libertonia, intenta escapar del parlamento cuando la guerra con la vecina Sylvania está a punto de estallar. En los dos primeros intentos, el presidente se monta en el sidecar, que se queda parado mientras Harpo se marcha solo en la moto. En la tercera, Groucho le dice que no piensa picar otra vez, que será él quien lleve la moto. Se queda clavado, tratando de arrancarla mientras el sidecar con Harpo dentro, parte.
El sidecar se inventó en 1893, gracias a un periódico francés que convocó un concurso para premiar la propuesta de transporte más innovadora. Al suboficial Bertoux se le ocurrió la genial idea de adosar una silla de mimbre a una motocicleta: con ella ganó el concurso, alumbrando así el sidecar.
Al menos el concepto, porque el nombre de sidecar no se acuñó hasta 1903 cuando apareció en una caricatura de un diario británico. Ese mismo año, un avispado oportunista, W.J. Graham, al que hoy llamaríamos simplemente emprendedor, patentó el nombre y el diseño.
En 1915, la Harley Davidson empezó a fabricar sidecares como churros, y un año más tarde, el ejército de Estados Unidos compraba algunos de ellos para perseguir a Pancho Villa por los desiertos de la frontera con México. El propio Bill Harley ayudó a instalar ametralladoras en los sidecares para la Primera Guerra
Mundial.
Y es que, si algo sirvió de acicate para el desarrollo de este simpático medio de transporte, fue su participación en la guerra, sin duda la cosa menos divertida del mundo. El sidecar se popularizó como medio de transporte para los soldados en el frente. Todos los bandos, desde el alemán al americano, pasando por el italiano y el soviético, lo usaron. Fueron los años dorados de las alemanas BMW R75 y Zündapp KS-750, de las rusas Ural, Dnepr y Molotov, modelos a prueba de bomba, hoy consideradas auténticas joyas vintage.
En 1915, la Harley Davidson empezó a fabricar sidecares. El propio Bill Harley ayudó a instalar ametralladoras en los sidecares para la Primera Guerra Mundial.
Y no solo el frente, también las calles se poblaron de sidecares, un vehículo low cost que permitía que una familia entera pudiera desplazarse. La legislación de la época, que consideraba la seguridad como algo anecdótico, contribuyó a ello, permitiendo el transporte de hasta cuatro personas en un sidecar.
El auge experimentado por este vehículo lo catapultó a los circuitos. Se crearon categorías especiales, con carreras tan emocionantes como suicidas para el copiloto que debía ingeniárselas para evitar que el conjunto volcara en las curvas.
Señalado fue el día en que un piloto de sidecar corrió más rápido que una MotoGP en una sesión de entrenamientos clasificatoria. Sucedió en el Gran Premio de Portugal de 1988 en Jerez, cuando los sides y las motos todavía competían juntos. Rolf Biland rodó más rápido sobre sus tres ruedas que el campeón del mundo de 500cc Eddie Lawson, alcanzando la gloria.
Desafortunadamente, hoy el sidecar se ha convertido en un objeto de colección, en un transporte pasado de moda que provoca sonrisas a su paso.
Pero si sucedió algo divertido ese año, relacionado con los sidecars, fue la inocentada en la que participó el gran piloto español Ángel Nieto. El 28 de diciembre saltaba la noticia de que el campeón se pasaba al mundial de sidecar e iba a correr con Giacomo Agostini de compañero. Circula un vídeo con las tomas falsas de una entrevista delirante en la que el periodista, muy serio, le pregunta a Nieto si es verdad que ha escogido esta especialidad porque con los años le da miedo ir solo en moto, o si no han barajado que el casco termine en punta como los nazarenos para conseguir una mayor aerodinámica. Se necesitaron horas para poder grabar menos de diez minutos de entrevista porque Nieto era incapaz de contener la risa.
Desafortunadamente, hoy el sidecar se ha convertido en un objeto de colección, en un transporte pasado de moda que provoca sonrisas a su paso, pero quién sabe, cualquier día vuelve a ponerse de moda y las calles se pueblan de ellos, sin que sea una broma.
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Fotos:
Foto principal autor: Ash Edmonds
Motocicleta Indian usada como ambulancia durante la IGM. BMW R75 de la IIGM – Licencia: Creative Commons Attribution 2.0 Generic Autor: medicalmuseum
BMW R75 con sidecar y metralleta- Licencia: Atribución 3.0 No portada (CC BY 3.0) Autor: Jean-Pol Grandmont
BMW R75 con sidecar y remolque- Licencia: Attribution-ShareAlike 4.0 International Autor: Jacek79
Zündapp KS750 de la IIGM- Licencia: Attribution-ShareAlike 3.0 Unported (CC BY-SA 3.0) Autor: Stefan Kühn
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