Cuando el servicio militar era obligatorio, todos los soldados al finalizarlo recibían una cartilla a la que llamaban “la blanca”. En ella, sus jefes militares puntuaban, entre otros, el valor de cada soldado. Normalmente bajo las siglas SS, se indicaba que el valor “Se le Supone”, porque como no habían entrado en combate en tiempos de paz, no se presentó la ocasión de demostrar si eran valerosos o no. Por eso, en un intento de ser justo con su evaluación, se les suponía el valor.

Sería fantástico tener un valorímetro. Sí, un aparatito parecido al alcoholímetro, con el que con sólo soplar nos diera una medición sobre cuál es el valor de esa persona. Seguramente nos llevaríamos más de una sorpresa. Pero a la espera de que el futuro nos sorprenda con algún invento que permita medir el valor, yo he tratado de reflexionar sobre quién es el motorista que tiene más valor montado sobre su moto.

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Lo fácil sería pensar, que cualquier piloto de MotoGP™ capaz de poner su moto a más de 300Km/h es el motero que tiene más valor.

O que el dakariano que atraviesa el desierto de Atacama con 40 grados a la sobra puesto en pie sobre los estribos de su moto tratando de orientarse para encontrar la ruta correcta, es el piloto con más valor. O quizás podamos pensar que aquellos locos que son capaces de enfrentarse a las curvas del TT de la isla de Man son los moteros que andamos buscando para otorgarles el título de motorista con más valor.

Sin embargo, nuestro ficticio valorímetro aplicado a estos pilotos, estoy seguro que nos daría mediciones muy altas y quizás más altas que la media, pero no lo suficientemente grandes como para otorgarles el galardón. Creo que el verdadero motero con valor habría que buscarlo en otros sitios, lejos de circuitos y competiciones. Ni siquiera el motero al que le dan un premio en las concentraciones por venir desde el lugar más lejano, parece que sería el que se llevaría el honor de ser el motero con más valor. O aquel que es capaz de hacer el caballito más largo, hacer un invertido o quemar su rueda sin moverse del sitio, sería el elegido.

Y ya que estamos acotando al motorista con más valor y cada vez nos quedan menos candidatos, vamos a dar una pequeña pista en forma de historia del motociclismo que nos aproxime hacia el verdadero motero con valor.

El saludo motero, todos lo conocemos. Cada vez que nos cruzamos con un compañero soltamos nuestra mano del manillar para formar con nuestros dedos el gesto en forma de V. Un saludo de carácter universal que es empleado por moteros de todo el mundo. Un solo gesto con el que nos diferenciamos del resto y que no solo transmite un saludo, sino que va implícito el compañerismo, educación, amistad, hermandad, reconocimiento, seguridad, cada vez que lo realizamos.

Y diréis que nada tiene que ver el saludo en V con el valor. Pero si nos remontamos a los orígenes de este saludo, podremos ver que el valor ya estaba presente en este gesto. Quizás no en su comienzo, cuando en la Guerra de los Cien Años entre británicos y franceses, estos últimos amputaban esos dos dedos a sus prisioneros para que no pudieran volver a tirar una flecha o empuñar una espada. Y, como respuesta, antes de cada combate contra los franceses,

 los británicos les enseñaban estos mismos dedos en forma de provocación.

Quizás donde ya se refleja que era un gesto de valor y valentía por primera vez, fue en la Segunda Guerra Mundial. Allí también se podía ver este saludo en V, pero en esta ocasión con una finalidad totalmente distinta. El saludo en esta época se atribuye a soldados motorizados o en sidecar. En una Inglaterra donde las comunicaciones habían sido totalmente destruidas por los bombardeos alemanes, el ejército británico tuvo que restablecer las transmisiones a la vieja usanza, es decir, con soldados mensajeros.

Estos soldados mensajeros transportaban la información en moto de un lado a otro y asumían la peligrosidad y el riesgo de su misión, puesto que si circular en moto ya era peligroso de por sí, los bombardeos no cesaban aumentando el riesgo e incrementando las bajas entre los soldados mensajeros.

En esta situación, los mensajeros motorizados, cada vez que se cruzaban, se saludaban haciendo una V con los dedos para darse valor. Sabían que podía ser la última persona a la que saludasen y eso les imprimía carácter y forjaba valor en esas condiciones tan adversas.

Más adelante, en los años 70, el mediático campeón del mundo británico, Barry Sheene, popularizó este saludo con un significado más volcado en la victoria, pero que en cierto modo rescató el valor del propio saludo hasta hoy en día.

Como veis, esto nos puede llevar a dar una pista sobre cuál es el verdadero motero con valor. Y para mí, sin duda, ese merecedor del título eres tú: el motero que va por el carril derecho de una autovía destrozado por falta de mantenimiento, con baches, grietas, pavimento suelto en forma de piedras. Últimamente, hay carriles derechos de autovía que son lo más parecido a montañas rusas que te puedas encontrar. Ése es un motero con valor al que le puede su pasión y no se amilana antes las adversidades.

O tú, que eres capaz de circular en moto entre personas para las que tu vida no tiene ninguna importancia y se pegan con su coche a tu rueda trasera hasta casi dejar la marca de su vehículo impresa en tu matrícula. Conductores, además, muy sensibles, a los que si le recriminas su conducta, son capaces de pegar aún más su coche a tu moto.

Pinturas deslizantes en pasos de cebra, guarda-raíles cortantes como cuchillas, manchas de aceite, camiones dejando escapar su carga, parches en el asfalto a medio secar con una buena dosis de arena encima, enlatados que no miran, curvas mal señalizadas, rotondas traicioneras…
Ni si quiera hace falta que soples aquí. Tú eres el motero con más valor.

Gas y saludos en uve´s

Fuente foto Destacada: Licencia CC Attribution-Share Alike 2.0; Autor: J Aaron Farr from Santa Monica
Fuente foto Pareja motera: Licencia CC Attribution-Share Alike 2.0; Autor: Antonio Tajuelo

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Albi Albarrán

Las motos, mi pasión desde los 16 años: pilotarlas, destriparlas, probarlas, escribir sobre ellas, o simplemente admirarlas. No hay especialidad motociclista que se me resista.

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