La ciencia ficción se dedica, además de a permitir malvivir a sus autores como buenamente pueden, a especular acerca de cómo va a ser el futuro.
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Y ahí se abren básicamente dos escenarios.
Las obras que ven el futuro como un lugar maravilloso, con hombres y mujeres inteligentísimos rodeados de avances extraordinarios que hacen de la vida lo más parecido al mundo que prometen los políticos en una campaña electoral.
Y las obras que ven el futuro como un lugar siniestro y/o apocalíptico y/o totalitario y/o sembrado de zombis hasta en el cajón de la ropa interior.

El futuro no es una línea recta. Está lleno de muchas encrucijadas. Tiene que haber un futuro que podemos elegir por nosotros mismos.  Akira (1988)

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Pero en general la inmensa mayoría de las obras de ciencia ficción, en cualquiera de esas dos aproximaciones, han coincidido en una cosa respecto a nuestro presente.
No acertaron mucho cómo iba a ser nuestro presente.
Y es que dos de las cosas que más han transformado la vida actual no fueron ni intuidas en las obras de ciencia ficción del pasado.
Nadie entrevió los teléfonos móviles. (De hecho, en algunas películas de ciencia ficción los personajes del futuro aparecen hablando con teléfonos de cable).
Y nadie vislumbró ni de cerca internet.
Pero ni de cerca.

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¿Conclusión?
Hacer pronósticos sobre cómo será el futuro es fácil y probablemente no se va a acertar.
Así que yo voy a hacer el mío sobre las motos del futuro sabiendo que el futuro es eterno y que tal vez en algún momento lo que pronostico se va a cumplir.
Aunque sea en el año 123.458 y no quedemos ni uno de nosotros para comprobarlo.
Lo fácil sería hacer un pronóstico como el de Akira, la mítica película y manga. Es decir, predecir una motocicleta de diseño ultradeportivo extremo en la cual el motorista, como el Kaneda de la obra, va sentado con las piernas echadas hacia adelante.

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O como las todavía más ultradeportivas motos de luz de Tron.
O como las motos deslizadoras de Star Wars.
Pero eso sería demasiado lógico y predecible. (Además de que esos tres modelos ya existen actualmente, fabricados en los dos primeros casos, como homenaje a sus respectivas películas, por Honda y por Evolve. Y como prototipo flotante en el tercero, que alcanza los 48 km por hora a unos palmos del suelo).
Pronosticar algo así sería demasiado lógico y predecible. Y si algo demuestran los pronósticos errados de la ciencia ficción acerca del futuro, es que el futuro es todo menos lógico y predecible.
Mi predicción va a ser más extrema.

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Y tiene que ver con lo que en mi opinión podría llamarse dilución del mundo.
En los últimos años, muchas de las cosas que disfrutábamos han dejado de ser objetos físicos.
Y han pasado a ser una sucesión de 1 y 0.
Han pasado a ser inmateriales.

La música hace tiempo que dejó de existir mayoritariamente en un soporte físico, como fueron los discos de vinilo, y tras el paso intermedio de los CD (una sucesión de 1 y 0 encerrados en un soporte físico), ahora ya es fundamentalmente otra cosa. Algo inmaterial, intangible, incorpóreo.

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Pero que nos sigue permitiendo disfrutar igual que antes de la experiencia de oírla.
Los libros fueron durante siglos objetos físicos, tangibles, atesorados en bibliotecas, alineados en estanterías. Ahora están pasando a ser también una sucesión de 1 y 0.
Algo inmaterial, intangible, incorpóreo.
Pero que nos sigue permitiendo disfrutar igual que antes de la experiencia de leerlos.
Mi predicción es que con las motos pasará algo similar.
Dejarán de ser algo físico.
Y pasarán a ser algo inmaterial, intangible, incorpóreo.
Pero que nos permitirá disfrutar igual que antes de la experiencia de montarlas.
¿Cómo será la tecnología que permita algo así?
Ni idea, obviamente.

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Porque si lo supiera, en vez de ponerme a explicarla alegremente en un artículo que van a leer miles de personas que rápidamente irían corriendo a la Oficina de Patentes, estaría ahora patentándola yo mismo para hacerme más rico que Bill Gates, Carlos Slim y Amancio Ortega juntos.
Pero seguramente será una tecnología totalmente nueva y desconocida ahora mismo pero que de repente pasará a ser algo totalmente usual.
Como nos ocurrió con internet. Algo que nadie imaginó hace 50 años. Algo que hoy forma parte de nuestras vidas de una manera prácticamente indiscernible de la vida. Y cuya base tecnológica hace 50 años era imposible de imaginar.
¿Y dejarán de existir las motos físicas?
Tal vez no.

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Tal vez sigan existiendo motos a manera de objetos de culto que ya no se fabrican, pero que un grupo de motoristas siguen usando y guardando y atesorando.

Tal vez exista hasta un valioso mercado para esos objetos del pasado, especialmente apreciados por ser únicos, porque no se van a volver a producir.
Tal vez sus dueños, ya mayores, se reúnan de vez en cuando para montar todos juntos, recordando cómo era cabalgar una moto cuando una moto era todavía un objeto físico, material, tangible, corpóreo.
Tal vez comenten con nostalgia aquellos buenos tiempos.
Y tal vez, sólo tal vez, uno de ellos seas tú.

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Fuente foto destacada: Licencia CC Attribution-Share Alike 2.0; Autor: taro fumizono
Fuente foto Akira: Licencia CC Attribution-Share Alike 2.0; Autor: Yuichi Kosio
Fuente foto Honda: Licencia CC Attribution-Share Alike 2.0; Autor: holger.esser
Fuente foto Tron: Licencia CC Attribution-Share Alike 2.0; Autor: TORLEY

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Javier Carro

Creativo publicitario con años de experiencia en España y México. Hablo de las motos y de los motoristas con la admiración de quien sabe que es un mundo que nunca ha podido realmente conocer. Porque solo una vez en mi vida, en Formentera un día de verano, llevé una moto… ¡Y conseguí no caerme!

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