Hace un siglo los Estados Unidos, gobernados por Woodrow Wilson, compraron las Islas Vírgenes a Dinamarca por 25 millones de dólares. Los habitantes de Puerto Rico lograron la ciudadanía estadounidense, Venustiano Carranza gobernaba México, la espía Mata Hari era detenida en un hotel parisino, y, Alemania, inmersa en la I Guerra Mundial (que perdería al año siguiente) pidió a México que entrase en guerra contra Estados Unidos. En las trincheras la desazón de las tropas era muy evidente, más bien desesperante. La moral estaba por los suelos en ambos bandos. Estamos, además, en el año de la Revolución Rusa. Los revolucionarios, levantados contra el zar Nicolás II, toman Petrogrado en una sola noche y poco después el zar no tiene otro remedio que abdicar.
En 1917, además, el gran John Ford debuta en el cine, nace la poetisa Gloria Fuertes, en Fátima tres niños pastores dicen haber visto a la Virgen, San Salvador es arrasada por un terremoto y en Bogotá se registran graves temblores. En Uruguay también se celebra la segunda edición de la Copa América.
En aquel octubre de 1917 Mata Hari era finalmente fusilada y Estados Unidos entraba por fin en la Primera Guerra Mundial. La joven empresa americana Harley-Davidson se convirtió ese año en el proveedor oficial del ejército de los Estados Unidos, su ejército. Para aquel sangriento conflicto mundial, que ya duraba casi tres años, Harley-Davidson suministró decenas de miles de vehículos que fueron usados en combate o en la retaguardia.
La Harley también dio mucho de qué hablar ese mismo año en las pendientes de Galapagar, España. La gente agolpada en el circuito, prensa incluida, quedó deslumbrada por aquella veloz y bella moto de la que todo el mundo hablaba. La mítica Harley había nacido catorce años antes, en 1903. Ese año un joven emprendedor de Milwaukee llamado William S. Harley, su amigo Walter Davidson y el hermano de éste, Arthur Davidson, levantaron solos la marca que llevaría sus nombres, se haría mundialmente famosa y que hoy todos conocemos. En sus comienzos no usaron a ingenieros o a gente de la industria y dibujaron ellos mismos sus propios diseños. Y sí, han adivinado: lo hicieron todo “a la americana”, en el patio trasero de la familia Davidson. Allí, en su improvisado taller, construyeron el que sería el primer modelo de una Harley de competición. La presentación de la moto fue en septiembre del año 1904. Obviamente, el equipo Harley fue aumentando mes a mes y también aumentó, lógicamente, su producción. Ya en 1905 la empresa contaba con trece motos en su austero taller. Dos años después disponían de una considerable producción de 150 motos
Harley-Davidson y, naturalmente, con su propia fábrica para manufacturarlas. El enorme éxito empresarial fue tan brutal que en el año 1914, cuando estalla la letal Primera Guerra Mundial, su producción alcanzaba nada menos que las 16.284 unidades. Casi nada en tan poco tempo. Tras su triunfal llegada a España, en 1915, los locos años veinte fueron testigos de un hecho insólito e inesperado: Harley-Davidson se convertía en la mayor constructora de motocicletas del planeta. En esa década en la que todo estaba cambiando (el ocio, la música, el cine, la pintura…) la empresa llegó a 67 países. Pero como ocurrió en tantas empresas, el fin de los “locos años veinte”, la era del jazz, llegó con el fatídico crack de la bolsa y la posterior Gran Depresión del 29. Ese funesto año, fecha negra en la historia reciente, la producción de Harley-Davidson cayó en picado y no tuvieron otro remedio que adaptarse a los nuevos, difíciles y austeros tiempos. Después de la gran crisis mundial, Harley-Davidson volvió a salvarse gracias a un nuevo contrato con el ejército norteamericano, que ya estaba inmerso, tras el ataque de Pearl Harbor, en la Segunda Guerra Mundial. La empresa Harley-Davidson se encargó, en esta ocasión, del suministro de otras decenas de miles de motos, lo que supuso una nueva edad de oro y un espectacular repunte económico para la compañía.
Harley-Davidson siguió con el ejército en la Guerra de Corea, pero más tarde fue sustituida, como proveedor, por la marca Jeep. Además, tras la vuelta de la Segunda Guerra Mundial, centenares de ex-combatientes hicieron famosas las míticas choppers, motos (la gran mayoría de Harley-Davidson) a las que les quitaban las partes innecesarias para hacerlas menos pesadas y mucho más veloces. Pero volvamos a España. El verano de 1917 fue especialmente caliente, y perdonen la ocurrencia. Nuestro país se enfrentaba a tres retos que hicieron tambalear al gobierno de la nación y hasta al sistema de la Restauración. Por una parte una amenaza militar (las Juntas de Defensa), un movimiento político (la Asamblea de Parlamentarios, organizada en Barcelona y convocada por la Liga Regionalista) y un movimiento social (la huelga general revolucionaria). Las Juntas de Defensa eran un movimiento sindical militar que estaba fuera de la ley y eran un evidente y muy peligroso desafío al gobierno del liberal Manuel García Prieto. Incapacitado para controlarlas, Prieto llegó a dimitir y lo sustituyó el conservador Eduardo Dato que no vio otro remedio que legalizar a las Juntas de Defensa. Otro foco de conflicto era Barcelona, centro económico español y que ya venía de mostrar que podía ser un polvorín en la Semana Trágica del año 1909. Con la Revolución Rusa en el horizonte y una crisis social evidenteen todo el país, el movimiento obrero estaba dividido entre socialistas y anarquistas, que usaban métodos pacíficos (como las huelgas) y violentos (como los atentados). La página más sangrienta de este periodo se vivió en el atentado del Liceo de Barcelona. La patronal, eso sí, tampoco se andaba con chiquitas: llegaron a usar a pistoleros para amedrentar a algunos de sus enemigos.
No era mala época para los patronos. Los negocios iban bien, crecía la burguesía industrial y comercial, y la oligarquía terrateniente y financiera seguía manteniendo todo su poder. Lo malo llegó con la escalada de precios que no se correspondía con una subida de salarios. Algo que hasta hoy nos suena de algo, quizás porque la historia sea cíclica.
Luis “Luisito” Coopel y Miguel Lliviria lograron otro triunfo para las Harley en España. Y eso que Harley sólo llevaban año y medio rugiendo por las carreteras y los circuitos españoles. El equipo Harley enseguida se hizo famoso en nuestro país por su profesionalidad, su tenacidad y su envidiable trabajo colectivo. En muy poco tiempo lograron un prestigio que otros equipos y marcas habían tardado años en conseguir.
El equipo Harley logró en 1917 algo nunca visto. Primero se apuntó a un famoso concurso de regularidad (Madrid-Valladolid). En él participaron 15 Harleys y 10 de ellas lograron medalla de oro. Poco más tarde el equipo Harley se inscribió en la carrera “Kilómetro Lanzado” y batió tres récords de España en ella. Poco más tarde otros dos campeonatos nacionales ya eran suyos: en verano llegaba el Real Moto Club Español y en octubre, por fin, nada menos que el Campeonato de España, un título con mucha importancia no sólo en España sino en el mundo entero. Todo un logro para las Harley Davidson.
Un domingo de octubre de 1917, cuando al motorista en la prensa se le llamaba motorman, Luisitto Coppel hizo historia del motociclismo. Su truco fue aligerar el motor (algo que entonces causó polémica entre sus rivales y algunos puristas de las motos) y logró hacer los 512 km del circuito en sólo seis horas y treinta y cinco segundos, toda una proeza muy celebrada entre los entendidos. El segundo motorista fue Oscar Leblanc, con seis horas y cincuenta y dos minutos. Sus amigos, familiares y equipo felicitaron a un Leblanc muy sorprendido y humilde. Todos le dijeron que su talento de motorista había sido muy importante, pero montar aquella moto, aquella mágica Harley, había hecho finalmente posible su segundo puesto. Esa moto era realmente especial.
La marca de Coppel, que se quejó por el fuerte viento aquel día, fascinó a todos: 77 kilómetros y 770 metros por hora. Y no era fácil lograrlo en las angulosas curvas del muy complicado y rudo circuito de Galapagar. Pero no fue éste el último premio para el equipo Harley: también logró el gran título del Campeonato de España con motos con sidecar. Lo hizo el antes citado Miguel Lliviria y fue en siete horas y veintiocho minutos. Una media de 68 kilómetros por hora, cinco kilómetros por hora más que los logrados en la competición que había realizado el propio Lliviria en junio de ese mismo año.
La anécdota más desagradable de aquel día es que uno de los pilotos del equipo Harley casi pierde la vida cuando se le cruzó un animal en el camino. Afortunadamente, todo acabó en un mero susto.
Ese año, además, el Concurso de rendimiento creado por el Heraldo Deportivo también recayó en las famosas Harley. Para este galardón se valoraba en función de la cilindrada, la velocidad media, el peso de la moto y el número de cilindros. Así, la moto que mayor rendimiento tuvo en España aquel año fue la legendaria Harley de Miguel Lliviria.
1917, hace ya un siglo, fue un año convulso para el mundo y para España, pero mientras las guerras, las revoluciones, las huelgas y los atentados asolaban el planeta, los motores de las Harley empezaban a rugir y se llevaban todos los oros.
Fuente foto destacada: Licencia CC Attribution-Share Alike 3.0; Autor: Danemroberts
¿Qué te ha parecido este artículo sobre las Harley en el año 1917?
Añadir comentario