Cuando un accidente llega, se valora en su justa medida disfrutar de los servicios de una buena póliza de seguro.

Conductir-accidente-whpA mí no. Eso es imposible. Demasiados años en moto, decenas de miles de kilómetros recorridos. Un motorista prudente y veterano no debería sufrir accidentes, somos capaces de controlar incluso los riesgos que provocan quienes nos rodean o lo que nos encontramos: el paso de peatones resbaladizo, el asfalto descarnado, el irresponsable que usa el WhatsApp al volante, el que gira sin poner el intermitente… Pues resulta que no es así, la experiencia propia es la que te saca con crudeza de tu error. Como me sucedió a mí casi empezando las últimas vacaciones de verano, cuando veía la vida de color de rosa desde la atalaya de los días de descanso y disfrute en moto que me aguardaban…

 

Dejemos al margen los detalles cruentos, tampoco aportan mucho a la cuestión. El resumen es tan típico como terrible: un coche y una moto ocupando el mismo espacio al mismo tiempo en la carretera. El resultado: un pie destrozado, tres costillas rotas, un hombro dislocado, una fuerte contusión abdominal… En fin, que esa ilusión color rosáceo se tiñó de repente bastante oscura, sólo iluminada por la esperanza de salir adelante después de cuatro días en una UCI y otros siete más en la habitación de un hospital.

De vuelta a casa, tocaba activarse para aprovechar la nueva oportunidad que el destino me había regalado. Así que había que resolver los asuntos burocráticos pendientes, momento en el que vuelves a lanzarte por un tobogán de desconcierto, desconocimiento, dudas y temores. La moto destrozada en un depósito municipal, el equipo de motorista inservible, un siniestro con otro vehículo implicado, la delimitación de las responsabilidades, los gastos médicos… Un terremoto de cuestiones por resolver que me preocupaban sobremanera hasta que marqué el número de asistencia de Pont Grup.

Para empezar, la persona al otro lado del teléfono quiso interesarse por mi estado de salud, por cómo me encontraba y cuál era la previsión de mi evolución, deseándome una pronta recuperación. Esa atención tan cercana se valora de forma muy especial cuando, después de una accidente de cierta gravedad, las fuerzas flaquean y la confianza también. Desde ese instante, todo fueron facilidades desde la correduría y la efectividad en los trámites me permitió centrarme en lo que realmente era importante para mí, la rehabilitación. Para todo lo demás ya estaba mi aseguradora.

La póliza de mi moto de campo era de responsabilidad obligatoria, el habitual seguro a terceros, y desde esa condición las gestiones de negociación entre las compañías fue un asunto entre ellas, después de recibir los informes pertinentes de los agentes de tráfico que levantaron el atestado. Lo más importante estaba en buenas manos, pero además las coberturas del Club Pont Grup fueron mucho más allá. Imagino que como muchos, jamás me había molestado ni siquiera en leer las condiciones de la póliza, yo tenía mi moto asegurada y los detalles no me interesaban demasiado (insisto, cómo iba a tener yo un accidente).

Con la información de sus profesionales descubrí otros servicios igualmente valiosos y en los que, ya digo, ni siquiera había reparado. Sí sabía, claro, que la asistencia en carretera trasladaría los restos de mi moto al lugar que les indicara, pero a ello se sumó una compensación económica por los días de hospitalización que recogía la póliza, otra por la reposición de los daños en la equipación (destrozada casi por completo en la caída y por las necesidades de los servicios médicos de urgencia), los gastos de una copia de la llave de contacto, que debió salir despedida en el accidente, e incluso se ofrecieron a enviarme un fisioterapeuta a mi domicilio para hacer la rehabilitación más cómoda.

Ahora sí que soy plenamente consciente de que incluso yo puedo sufrir un accidente. Y por eso he dejado de considerar los seguros como un mal necesario o un gasto obligado al que tampoco hay que prestarle demasiado atención.

Rueda-rotaNi un solo inconveniente al respecto desde Pont Grup, información puntual (telefónica) y documentada (por correo electrónico) de cada paso que debía dar, aceptación en pocos días del importe de las indemnizaciones y abono en mi cuenta corriente en apenas 24 horas desde su aprobación. Nada de contestadores automáticos con sonido de sintetizador escacharrado, llamadas en espera eternas que hacen aborrecer la sintonía de fondo, explicaciones confusas incluso para un notario o gestiones complejas y tediosas.

Espero que, llegados a este punto, no hayas caído en la tentación de pensar que mi historia es una ficción que debe quedar bien en las páginas de esta revista; sería demasiado ruin por mi parte fantasear con algo tan serio, siempre he creído en la justicia poética. Confío en que tampoco pienses que la atención de Pont Grup pudiera estar condicionada por mi actividad periodística o mis colaboraciones en esta publicación, para el operador que me atendió tan sólo era un cliente asociado a un número de póliza (ignoro si llamándose Matías Prats la vida del periodista es más sencilla, la mía desde luego que no). Mi única conclusión es que en Pont Grup asumen que sus asegurados son el corazón que da sentido a su negocio y que el servicio esmerado es lo que puede marcar la excelencia en un sector tan competido como el suyo.

Ahora sí que soy plenamente consciente de lo que antes debí asumir, que incluso yo puedo sufrir un accidente, que no son desgracias que siempre les ocurren a los demás. Y por eso he dejado de considerar los seguros como un mal necesario, un gasto obligado al que tampoco hay que prestarle demasiado atención. Muy al contrario, creo que la póliza más completa que podamos pagar es la inversión más rentable que debe hacer un motorista, tanto como un buen casco y mucho más que cambiar de botas cada temporada porque las últimas son más molonas. Indudablemente que no tener que recurrir al seguro se dibuja como el escenario ideal, pero si por desgracia llega el momento de hacerlo, créeme, comprobarás que la calidad y el servicio no tienen precio en esas circunstancias.

 

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Raul Romojaro

Treinta años vinculado al periodismo del motor, escribiendo desde su pasión por coches y motos. Y diez de ellos, en los grandes premios contándolo desde AS.

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