Ejercicio de redacción: A que se dedica mi papa.

Alumno: Pedro Burgués Herrería.
Clase: Primero B.
Titulo: “Por qué mi padre es un héroe”.

Me pide la maestra Susana que hable de mi padre. Mi padre se llama Emilio y se apellida como yo: Burgués. Sé que otros padres de alumnos de mi clase son abogados, médicos y policías, y me dan envidia. Una vez quise ser policía. De los del mar. Mi padre tiene un trabajo que no es de los que salen en las películas, ni en los programas de la tele, ni en las revistas del fin de semana. Y yo, hasta hace poco, no supe que mi padre era un héroe. Tengo que explicar esto. No héroe de los de capa, traje y súper poderes sobrenaturales. No digo héroe como los de las pelis de la Marvel que tanto me molan. Mi padre no vuela ni se carga a los malos, lo digo de otra manera. Lo voy a explicar en esta redacción, si puedo.

La verdad es que hasta hace poco no me había interesado mucho lo que hacía mi padre en su trabajo, en la oficina, que casi no he visitado. Muy poco. Bueno, no me había interesado nada, la verdad. Y ahora me parece mal no haberlo hecho, pero lo he solucionado. Papá sí que me preguntaba por cómo me iba en el cole. Por lo mal que me van las mates y en el gimnasio y lo bien que se me dan las manuales y la redacción. En eso le doy sustos y no le gusta nada y mi madre es más dura que mi padre en eso. Pero el caso es que yo nunca le pregunto a él qué tal le va en la oficina, con sus clientes. En la oficina a la que va todas las mañanas tras dejarme en el cole. Cada mañana.

Como esta semana tocaba esta redacción sobre nuestros padres, le pregunté por fin por su trabajo. Y él se sorprendió bastante, no se lo esperaba. Y le pareció raro porque yo nunca le pregunto nada de lo suyo. Hasta mamá se sorprendió ante mi pregunta para la redacción, pero también le gustó, la vi muy animada por eso. Y mamá no se anima por cualquier cosa, os lo aseguro. Por esta cosa sí.

Lo mejor es que mi padre me preguntó lo siguiente: “¿Por qué no te vienes a la oficina y ves lo que hago en mi trabajo?” Y le dije que sí, claro. Ni lo dudé.

Su oficina está en el centro de la ciudad. Me llevó en el coche, por la tarde, tras el cole. Su agencia tiene dos secretarias: Rosa y Mamen. Ellas le llevan a papá todas la llamadas con los clientes y también las cosas que ellos llaman “de contabilidad”, porque él odia las cuentas como yo odio las mates. Rosa es gordita y habla muy alto y Mamen delgada y bajita y es mucho más callada. Las dos, dice papa, manejan todo “el cotarro”.

Los “desfallecimientos mecánicos” pueden evitarse fácilmente con revisiones. El mantenimiento siempre hay que hacerlo según lo que diga el fabricante… Con ese mantenimiento, uno puede ahorrarse sustos tremendos en carretera.  Antes de un viaje, hay que revisar las ruedas, el aceite, el refrigerante y los frenos, Ah, y las luces. Imagínate que te quedas sin ellas por la noche, ¡qué susto!

Motorista ultimoEn la oficina estuve esperando, leyendo un tebeo, tranquilo, un rato, mientras ellos hacían todas sus cosas. También dibujé algunas cosas en el cuaderno que llevaba para apuntar temas para esta redacción. Luego papá recibió una llamada de un cliente. Aunque él lo llama “cliente-amigo”, porque debe conocerlo bien. O eso parece. El amigo era un chico al que le dejó tirado la moto en la carretera. Ahora no me acuerdo de la carretera, creo que era la del norte, la que va para Burgos, pero no lo sé bien. Lo siento.

Papá me montó en el coche y fuimos a ver a su “cliente-amigo”. Se llamaba Juan y la moto que conducía, una moto enorme como esas de las películas, le acababa de dejar tirado en la carretera. Juan estaba que echaba humo en el arcén, hablando con unos policías muy atentos. Ahora no recuerdo si eran guardias civiles o de los otros, los municipales. Los dos le decían al hombre que seguramente lo de su moto era algo del motor, pero que eso lo tenía que saber mejor un mecánico.

Así que esperamos pacientemente a la grúa, que tardó una hora en llegar. Los de la grúa eran dos tipos algo gordos y muy altos que trataron bien a la pobre moto y dejaron más tranquilo a Juan, que estaba muy atacado. Luego papá le invitó a Juan a subirse a nuestro coche y lo llevamos hasta la agencia. Allí se le veía más relajado y se tomó un vaso de agua. En su casco llevaba una bandera americana.

En la oficina volví a mi tebeo mientras Rosa y Mamen hacían lo que ellas llaman “el papeleo” y papá se encargaba de tranquilizar al pobre Juan, que estaba todavía enfadado y muy nervioso. Pero creo que se calmó del todo a la media hora, más o menos. Por la noche dejó la agencia con una gran sonrisa y hasta me regaló un chicle de fresa que guardé para después.

Luego papá me llevó a su despacho, donde tiene una foto mía y de mi hermano Manuel enmarcada (de vacaciones en Mijas, montado en un burro) y me explicó que por las averías del mecanismo de las motos es por lo que se quedan tiradas en la carretera. Y también que los mayores fallos de las motos son los de su motor. La mitad de las llamadas, me dijo papá, son por eso mismo. Lo apunté todo en mi cuaderno.

Las razones por las que las motos nos pueden dejar tirados, como la de Juan, son que la moto tenga mal o poco cuidado (lo llaman “mantenimiento”) o que sea ya viejecita, que tenga muchos años. También me hizo mucha gracia que esto que le pasó a Juan en los seguros lo llaman “desfallecimiento mecánico” porque parece que están hablando de una persona y no de una moto, de una cosa, al fin y al cabo.

Papá me dijo que esto que le ha pasado a Juan se puede evitar fácilmente con revisiones de la moto. Y el mantenimiento siempre hay que hacerlo según lo que diga el que ha hecho la moto. O sea: el que llaman el fabricante, el que ha fabricado la moto. Con ese mantenimiento, gente como Juan se puede ahorrar sustos tremendos como el que tuvo en la carretera.

Y me enteré de más cosas. Según papá, hay más maneras de solucionar ese susto: antes de un viaje, hay que revisar si las ruedas están bien hinchadas y si la moto está bien de aceite, refrigerante y frenos, que son súper importantes. Ah, y las luces. Imagínate que te quedas sin ellas por la noche, ¡qué susto!

Papá, en su trabajo, consigue algo alucinante para el que se queda tirado en la carretera: si una moto se avería y no tiene seguro de avería mecánica, tienes que llevarla al taller para que la reparen. Imaginaos el rollazo que es eso. Y no digamos lo que te puede costar la reparación. Y si la moto es vieja y no está “en garantía” ¡todavía más! La empresa en la que trabaja mi padre consigue esas reparaciones. Ellos lo llaman “cubrir” las reparaciones. Mola, la verdad. Mi padre soluciona todos estos problemas y todo este dinero. O pasta. O “pavos”, como suele decir él.

motoristaMe despedí de Rosa y Mamen, que cerró la verja de la oficina, y papá me invitó a un helado. Yo le dije que mamá no me dejaba tomar helado a esas horas, antes de la cena. Y papá dijo que la cosa quedaba entre él y yo. Sentí que estaba haciendo algo prohibido, así que no dije ni pío, porque me encantan las cosas prohibidas si no hacen daño a los demás. Yo pedí uno de trufa y papá otro de menta. Le chiflan los de menta. Yo siempre estoy entre la trufa y el chocolate.

En la heladería le pregunté más para esta redacción. Lo apunté todo en mi cuaderno. El seguro de avería mecánica ayuda cuando ha habido un accidente que ha dañado la parte mecánica o electrónica de la moto. Los problemas más normales que arregla mi padre son en carretera y me dijo que han aumentado un montón en los últimos años.

Más de lo que se esperaba. Y que lo que más se estropea son las baterías y las ruedas, que ellos llaman neumáticos.

Según papá, cuando la moto te deja tirado, lo mejor es llamar al “servicio de asistencia”, y a partir de ahí la cosa se va solucionando paso a paso, como vi en el caso de Juan. De hecho, Juan volvió a llamar al móvil de papá a la mañana siguiente, cuando me estaba llevando al cole. Le dio las gracias por el “trato recibido”, el “servicio prestado” y la cantidad de dinero que se había ahorrado. Papá no quiso decirme cuánto, dice que esas cosas no son para los niños.

Han pasado cuatro días desde lo de Juan y parece que todo se ha solucionado sin problemas. La moto vuelve a rugir y Juan vuelve a montar en ella. Y no sé si mi padre será menos que un médico, un enfermero, un policía, un bombero o un abogado, pero sé que para mí es igual. Por eso quería escribir esto. Puede que suene a niño tonto de película tonta, pero para mí mi padre es un héroe, más de lo que pienso cuando me lleva al cole en su coche y le veo conducir hacia la oficina. Porque los héroes son muy vistosos, llevan capas y tienen suerpoderes, pero papá con levantar el teléfono ha ayudado a un amigo que estaba solo y con la moto pachucha en la carretera. Y eso mola.

Y como ya nos han adelantado que la próxima redacción será sobre lo que quieres ser de mayor, creo que lo tengo muy claro después de este trabajo: quiero ser periodista. Y si no lo consigo, ser como mi padre, que tampoco está nada mal:

Pedro Burgués

 

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Iván Reguera

Ganador del premio “Cafè Món“ y finalista del Premio Euskadi con la novela “Liquidación“. Además de autor de otras obras de renombre, ha trabajado en diarios como “Otra Realidad“, “Periodista Digital“ o “Soitu“. En la actualidad Reguera es responsable de las páginas de cine del diario “Cuarto Poder“.

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