El hula hoop pasó de moda.
Los pantalones campaneros pasaron de moda.
Las permanentes también.
Milli Vanilli, afortunadamente, pasó de moda.
También lo hizo el navegador Netscape.
O el icono de Smiley.
Y como ocurrió con esas y tantas otras cosas, igualmente la cultura de la exhibición pasó de moda.
Porque no hace tanto la cultura predominante era la del show off. La de mostrar sin reparos, sino más bien al contrario, lo que uno tenía y había comprado porque poseía el dinero para poder comprarlo.
Fuera un yate, unos zapatos italianos, un ático con vistas, un coche de alta gama o una moto de alta cilindrada.
Ahora bien, exhibir lo que uno tiene no es en todos los casos intrínsecamente malo.
De hecho, en todo el reino animal es la forma de poder conseguir algo tan necesario y placentero como aparearse. Exhibirse es la forma de poder lograr atraer a las hembras.
El pavo real luce su cola de múltiples colores y las hembras suelen elegir al que ostenta la cola de mayor calidad, color y tamaño (sí, parece que a las pavas reales el tamaño sí les importa).
Los monos Gibbon cantan melodías que pueden oír hembras que se encuentren hasta a un kilómetro de distancia (el sueño de tantos cantantes famosos a los que sin micro no los oirían más allá de la fila 6).
Las arañas lira bailan para seducir a la hembra y sufren la muerte si ella considera que el macho baila mal (clara oportunidad de negocio: una academia de baile para machos de arañas lira).
Los pájaros glorieta construyen una choza con ramas y la pintan con jugos de frutas (eso sí es exhibición de capacidad de bricolaje y no lo que uno hace peleándose con los muebles de Ikea).
El mono capuchino orina en sus manos y luego restriega el líquido por todo su cuerpo porque ese aroma de su orín resulta atractivo para las hembras al evidenciar su vigor sexual (no intente hacer esto en casa).
El pájaro Manakin realiza frente a la hembra un baile en el que se mueve hacia atrás sobre una rama sin levantar las patas de dicha rama, en una perfecta réplica del moonwalking de Michael Jackson (no intente hacer esto en casa y menos aún sobre una rama).
Y bueno, el macho humano también realiza con frecuencia bailes para resultar atractivo a ojos de las hembras circundantes, habitualmente en un hábitat de discoteca a altas horas de la madrugada, en estados de embriaguez que le llevan a efectuar lamentables movimientos que, en su cabeza, y solo en ella, resultan irresistiblemente seductores (todos tenemos un amigo al que le ha pasado eso, ¿verdad?).
En definitiva, exhibirse no es necesariamente malo, sino que en determinados contextos es naturalmente necesario e imprescindible para lograr apareamientos, placer y perpetuación de la especie. Y en el caso de los seres humanos es una necesidad básica, no solo para fines reproductivos, sino fundamentalmente para la propia autoafirmación.
Necesitamos mostrar lo que somos o tenemos como una forma de afirmarnos en lo que somos o tenemos.
Es fácil pensar ahora en Instagram, Facebook o Twitter como lugares en los que esa necesidad se muestra de forma obvia y omnipresente, pero es una necesidad inherente desde siempre al ser humano. Ya decía un filósofo en la antigua Roma que “Saber no es saber si nadie más sabe que sabemos”.
Ahora bien, ya hemos apuntado al principio que la cultura de la exhibición ha pasado de moda y, por ello, exhibir lo que tienes es un valor socialmente no bien visto.
Entonces, ¿qué haces con esa irresistible y natural necesidad de exhibir tu preciosa moto sin que te miren mal por estar exhibiendo tu preciosa moto?
Es complicado, pero tiene solución.
Porque eso hay que mostrárselo al mundo, no hay discusión posible.
El problema de exhibir algo es que se nota que estás exhibiéndolo. Así que la clave es exhibirlo sin que parezca que lo estás exhibiendo. Con ello logras exhibirlo sin sufrir el peaje de que te miren mal. Suena fácil. No lo es.
Veamos tres posibles sugerencias de cómo hacerlo. Es imprescindible realizar cualquiera de ellas con sutileza, y en particular en los dos últimos casos con el rostro muy serio, como si estuvieras interpretando una obra del teatro del absurdo.
1. El centro comercial.
Cuando vayas a un centro comercial, aparca la moto en un lugar en el que obstaculice un poco el paso, pero no demasiado (no se trata de dar pie a que se la lleven) y siéntate en alguno de los bares, preferentemente en el más concurrido. Al cabo de un rato oirás por megafonía “Por favor, el dueño de la moto XXXX, de color XXXX, matrícula XXXX, diríjase al parking porque está obstaculizando el paso”. En ese momento, tú te levantas y dices en voz alta mirando a tu alrededor con leve expresión de apuro: “Vaya, esa es mi moto”. No todos los que estén a tu alrededor serán motoristas, pero algunos habrá. Al irte notarás sus miradas sobre ti mientras piensan: “Yo quiero ser ese tipo. Yo quiero tener su vida”.
2. Hacienda.
Cuando llegue el momento de realizar la declaración de la renta, pide cita previa en Hacienda y ese día pregúntale al funcionario que te atienda si tu moto entra en la definición de bien del Patrimonio Nacional y si puedes desgravarte por ello el dinero que te has gastado en reparaciones. Te dirá que no. Tú le dices que cómo es posible, con lo bonita que es tu XXXXX (modelo según sea el caso). Te dirá de nuevo que no y seguramente pensará que jamás ha visto un contribuyente tan despistado sobre cómo funciona la declaración de renta. Pide hablar con su superior. Procede haciendo lo mismo con cada persona que te atienda, pidiendo al final de cada conversación hablar con su inmediato superior, hasta donde te dejen llegar (probablemente no llegarás hasta el ministro). Todos te dirán que no, pero tú habrás lucido ante todos ellos la moto que tienes.
3. La comunidad de vecinos.
En la siguiente reunión de la comunidad de propietarios de tu edificio, explica que aparcas tu moto en el parking que hay en el sótano y que como es una XXXX con XXX caballos de potencia y de color XXX, resulta necesario que se contrate un guardia de seguridad para vigilarla. Y que, al tratarse el parking de una zona común, es la comunidad quien debería hacerse cargo de ese coste. Notarás miradas huidizas, alguna risa nerviosa, conatos de tos. Fuerza una votación. Se votará y tu voto será el único a favor de tu propuesta. Diles: “Quizá es que no me he explicado bien. Es una XXXX con XXX caballos de potencia y de color XXX”. No lograrás que nadie cambie de opinión, pero todos serán conscientes de la moto que tienes. (Y tal vez, con suerte, no te llamen nunca más para esas juntas).
Estas son solo algunas sugerencias para hacer algo absolutamente imprescindible.
Porque exhibir tu moto es una necesidad ineludible. Y hacerlo sin que se note que la estás exhibiendo es una obligación. Lograr ambas cosas no es fácil, pero tienes que encontrar tus propias maneras de hacerlo.
Sí, no es fácil, pero piensa que peor lo tiene el mono capuchino para poder exhibirse, embadurnándose por entero con su propio orín.
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